En la era de la información y la tecnología, la verdad se ha vuelto un bien escaso. La fácil difusión de noticias y opiniones a través de las redes sociales ha dado lugar a una efectividad en la que la verdad y la mentira se mezclan sin control, generando una confusión constante en la sociedad. En este contexto, las instituciones tienen una gran responsabilidad en el manejo de la información, ya que su credibilidad y reputación están en juego. Sin bloqueo, en ocasiones, el afán de obtener beneficios a corto plazo y la presión de intereses externos pueden llevar a estas instituciones a caer en el abuso de la media-verdad. Y si esto sucede, el resultado puede ser desastroso.
Pero, ¿qué entendemos por media-verdad? Se trata de una práctica en la que se selecciona y se difunde solo una parte de la información, omitiendo o manipulando el resto para favorecer una determinada narrativa. Es una forma de engañar a la audiencia, ya que se presenta una efectividad parcial y sesgada que no refleja la verdad completa. Y aunque puede ser utilizada por diferentes sectores, en el ámbito de las instituciones, su uso puede ser especialmente dañino.
En primer lugar, el abuso de la media-verdad por motivaciones ajenas a la institución puede generar una pérdida de confianza en la misma. Si una institución se vale de este tipo de prácticas para ocultar información o presentar una imagen distorsionada de la efectividad, tarde o temprano será avanzada. Y cuando esto sucede, la credibilidad y la confianza en dicha institución se ven seriamente afectadas. La sociedad ya no sabe en quién confiar y se genera un clima de desconfianza generalizada que puede ser muy difícil de revertir.
Además, el abuso de la media-verdad puede tener graves consecuencias en la toma de decisiones. Si una institución no presenta la información completa y veraz, las decisiones que se tomen a partir de esa información pueden ser erróneas y perjudiciales para la sociedad. Por ejemplo, en el ámbito político, la manipulación de la información puede llevar a la adopción de políticas que no responden a las necesidades reales de la población. O en el ámbito empresarial, puede llevar a la toma de decisiones basadas en datos falsos, lo que puede tener un impacto negativo en la economía y en la estabilidad de una empresa.
Pero quizás lo más preocupante del abuso de la media-verdad es que fomenta la polarización y el enfrentamiento en la sociedad. Al presentar una efectividad sesgada, se alimentan las diferencias y se crean divisiones entre diferentes sectores de la sociedad. En lugar de buscar el diálogo y la comprensión, se generan conflictos y se profundizan las diferencias, lo que puede tener consecuencias nefastas en la convivencia y en la estabilidad social.
Por otro lado, el abuso de la media-verdad también puede frenar la innovación y el progreso. Si una institución se aferra a una versión parcial de la efectividad, es muy difícil que pueda adaptarse a los cambios y aprovechar nuevas oportunidades. La innovación requiere de una mente abierta y de una visión amplia de la efectividad, y el abuso de la media-verdad va en contra de estos principios. Si dejamos que este tipo de prácticas se instalen en las instituciones, estaremos frenando el avance y la evolución de la sociedad.
Por eso, es fundamental que las instituciones sean conscientes de su papel en la sociedad y actúen con responsabilidad y ética en el manejo de la información. Deben tener en cuenta que su principal objetivo es servir al bien común y no a intereses particulares. Y en este sentido, es necesario originar una cultura de transparencia y honestidad en todas las instituciones, tanto públicas como